Cuento crueles
Abelardo Castillo
Editorial Jorge Álvarez
Colección Nuevos Narradores Argentinos
1966 - 1 edición
Tapa blanda, rústica sin solapas
150 páginas
Tapa de Jorge Sarudiansky
Impreso en Buenos Aires (Argentina)
✶ ESTADO: 9/10. Muy buen estado.
Detalles en el lomo. Tapa y contratapa levementes deslucidas pro paso del tiempo. En ambos casos ver fotos
✶ SINOPSIS:
Los relatos crueles y de factura impecable de este libro conforman uno de los clásicos argentinos en el género cuento. Hay en ellos el patetismo de dos hombres alrededor de una estufa, hay despertar erótico, hay valentía hermosa de un grupo de la resistencia peronista en el 56, hay escritura como resistencia. Hay violencias y hay crueldades que pueden fecharse aunque los cuentos no perdieron ni un segundo de vigencia. Pero además hay uno, “Patrón”, que puede ubicarse pero no fecharse ni adjudicarse a una sola geografía porque, aunque es la pampa, la estancia, la entraña de la Nación, es mucho más también: es la atrocidad del amo, la prepotencia inhumana del macho que humilla. Y una mujer, una chinita, que es la elegida para engendrar al heredero. Este cuento, me animo a decir, es un clásico universal, bien de estas llanuras y completamente del mundo al mismo tiempo, un cuento que se inscribe en ese linaje de relatos que participa de lo mítico, de lo enorme. De lo más visceral del machismo, de la aridez del poder y de la espada cruel que ha tallado la mayor parte de la Historia que conocemos. Abelardo Castillo fue un escritor feroz, que vio y no miró para otro lado, un grande de la época en que la literatura argentina tenía un canon de varones: fue un patriarca que vio el patriarcado y lo retrató como muy pocos o ninguno de su género. Gabriela Cabezón Cámara
✶ CONTENIDO:
INDICE
1- Retratos Violentos:
- Negro Ortega
- Pava
- Los muertos de Piedra Negra
- Requiem para Marcial Palma
2- Entreacto:
- Los ritos
3- Retratos Violentos:
- Una estufa para Matías Goldoni
- En el cruce
- Hombre fuerte
- Capítulo para Laucha
4- Patrón:
- Patrón
Revista El Escarabo de Oro N° 1 (Mayo / Junio de 1961) - Dirigida por Abelardo Castillo
✶ EXTRA: El secreto de la persuasión de la voz de Abelardo Castillo - Por Daniel Guebel
Me llama Guillermo Piro y me pide que escriba una columna sobre Abelardo Castillo. Distraído, le pregunto qué acaba de publicar. “Nada”, me dice, “acaba de morir”. En ese preciso instante, pensé: “Pero acaba de publicarse una antología de cuentos, su selección personal”, como si el nuevo libro de viejos textos fuera la garantía de que un autor no puede fallecer.
Lamento no estar en condiciones de hacer una semblanza íntima; no fui amigo de Castillo ni fui alumno de sus talleres. Pero aún a la distancia, y salvando algunas omisiones (prefiero con mucho sus cuentos a sus novelas), nunca dejé de leerlo.
En mis tiempos de juventud había una pequeña división entre los que leían a Castillo y se reían de Piglia y los que leían a Piglia y se reían de Castillo. De estómago más acomodaticio, ecléctico, oportunista o simplemente omnívoro, yo no veía razones para patentar ni perpetuar grieta alguna, porque no me colocaba en posición discipular. A los doce, tres años, en una edición de la revista Siete Días, encontré el primer cuento suyo que leí, La madre de Ernesto. Todavía recuerdo la tremenda impresión que me causó el juego de lo indecible, el delicado cierre sobre el tema del incesto, la pregunta por el hijo que dejaba suspendido al lector.
Ninguna herencia cortazariana había allí, solo la brutalidad de las cosas, el extravío de las almas. No puedo recordar títulos de libros sino de cuentos (creo que La madre de Ernesto pertenecía a Cuentos crueles). Quizá esto se deba a que la memoria se resquebraja y crepita con el tiempo o a que en el fondo lo que importa de la obra de un artista es el efecto secreto de la persuasión de su voz. Así, no puedo precisar –ni quiero buscar- cuál es el título que corresponde a ese cuento conmovedor y bellísimo donde un narrador cínico y melancólico refiere la historia de la pérdida, recuperación y nueva pérdida de la mujer a la que ama, la mujer a la que deliberadamente no puede dejar de perder.
La desolación de ese hombre que ama y que retira su mano cuando ella tiende la suya para tomarlo de una buena vez, es una de las experiencias centrales de mi vida y una de mis pérdidas más absolutas, y eso, creo, es el mejor homenaje que puede hacérsele a un escritor que se respeta. Decir que el centro de nuestra vida son las emociones que sólo proporciona la literatura de los mejores autores.
Daniel Guebel
Abelardo Castillo y Sylvia Iparraguirre