The Buenos Aires affair: novela policial
Manuel Puig
Editorial Sudamericana
Colección El Espejo
1973 - 1 edición
Tapa blanda, rústica sin solapas
259 páginas
Tapa: basada en una acuarela del artista y diseñador ruso-francés Erté (Roman Petrovich Tyrtov)
Impreso en Buenos Aires (Argentina)
✶ ESTADO: 9/10. Muy buen estado
Tapa levemente degastada y levemente deslucida por paso del tiempo. Ver fotos
En abril de 1973 Manuel Puig publicó The Buenos Aires Affair, su tercera novela: la primera que tendría como escenario principal la Ciudad de Buenos Aires. Escrita a lo largo de cuatro años, probó ser uno de los proyectos más ambiciosos y esperados de su carrera, especialmente luego del enorme éxito de crítica y comercial que había obtenido por Boquitas pintadas (1969). En sus páginas, Puig narra la antesala del Cordobazo a través de la historia de sus dos protagonistas: una artista plástica y un crítico de arte reprimidos sexual y políticamente.
A pesar de agotar 15.000 ejemplares en sus primeras tres semanas a la venta, el libro recibió mayormente reseñas negativas. La cruda representación de la sexualidad y la crítica a la represión del primer peronismo a sus opositores provocaron antipatía en el gobierno recientemente electo. La inestabilidad política, el creciente clima de censura y persecución que siguieron a la "Masacre de Ezeiza" y el regreso de Perón a la Argentina, hicieron que Puig saliera del país.
En enero de 1974, la División Moralidad de la Policía Federal secuestró todas las copias de The Buenos Aires Affair. A continuación, el libro fue prohibido como pornografía y, en diciembre del mismo año, mientras Puig permanecía en México, su familia recibió una amenaza telefónica de la Triple A dirigida a él que selló su destino de exilio definitivo.
✶ SINOPSIS:
Ambientada entre 1930 y el 1969, The Buenos Aires Affair narra los dos últimos días en la vida de Leo Druscovich y el enigma de una serie de desapariciones, pistas falsas y obsesiones sexuales. Conforme su historia avanza, la figura del detective cederá su lugar al psicoanalista y la búsqueda para desentrañar un crimen se transformará en un modo de revisar la coyuntura nacional. La violencia sobre los cuerpos individuales y sobre el cuerpo social, las mentiras oficiales y los secretos familiares entretejen una trama de seducción, psicoanálisis y fascismo.
The Buenos Aires Affair es un policial al mejor estilo Puig, donde cada capítulo empieza con una escena de una película de Hollywood; un thriller sentimental que juega con la parodia del género negro.
Ilustración original de Erté que inspiró la portada de la primera edición de la novela.
✶ EXTRA: Voces - Por María Moreno - The Buenos Aires Affair 50 años, Museo del Libro y de la Lengua
No pensaba contar lo que sigue, pero a veces necesito una lamida al ego. Conocí tangencialmente a Manuel, yo era amiga de su hermano Carlos. Le mostré unos cuentos que le parecieron horrorosos y unos cuadros que no lo entusiasmaron. Se le notaba en la cara. Pero, amable, no me lo dijo. Yo era de un realismo literal y hasta esperpéntico, en la línea de Elías Castelnuovo. Pintaba mendigos con ojos tan grandes (imitaba mal a Carlos Alonso) que parecían vacas, y cubiertos de máculas que yo acentuaba desgarrando el papel y rompiendo mis crayones de cera. Escribía imitándolo a él, a Manuel, pero en lunfardo.
Le gustaba que le contara qué se decía de sus libros en los bares de la calle Corrientes, mientras me hacía sonar cada uno de los dedos de la mano, como de chica a chica. Vino a acompañar a su hermano al velorio de mi abuela. Y como estaban también los escritores Luis Gusmán y Norberto Soares, todos se pusieron a conversar, y mi madre, totalmente olvidada de su duelo, se excitó en plan cholula, riéndose nerviosamente y alardeando ante sus amigas, lo que me dio vergüenza ajena.
Mucho antes de su exilio ya no lo veía, salvo en las páginas culturales de los diarios y revistas. Fin del autobombo. Durante los años sesenta y setenta hubo un verdadero giro hacia la voz en la cultura argentina. En el mismo momento en que se ponía en cuestión la noción de autor y era preciso luchar contra la prepotencia del referente, como denunciaba panfletariamente la revista Literal, y se estrenaba la crítica estructuralista, el factor voz como retorno de lo reprimido se abrió paso en la última temporada de la crítica. La voz reinó en el emergente género historia de vida alentado por la revolución cubana que pretendía registrar su pasado abolido (Biografía de un cimarrón, testimonio de un esclavo afrocubano y La canción de Rachel, sobre una vedette del teatro habanero; La Alhambra, del cubano Miguel Barnet; Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis; los registros periodísticos de Julio Ardiles Gray en la revista Primera Plana, que iban de la prostituta Ruth Mary al cantante Miguel de Molina). La voz proliferó en los consultorios psi, quizá como nunca en décadas posteriores, para ser secuestrada por la clínica de casos, hizo cruzas de distinto orden en los personajes literarios. La primera persona de Nanina de Germán García había sido liberada por el Henry Miller de los Trópicos; la de Miguel Briante en King Kong por un Faulkner pasado por Borges; la de Luis Gusmán en El frasquito era serie B y tango canción y, hacia fines de los setenta, como el reflejo de un espejo negro, en los campos de concentración, su sometimiento trágico se tradujo en violencia sin pasar por escritura. En esos años aparece un artilugio importantísimo, no como garantía de fidelidad al referente, sino como ficcionalizador recargable y con infinitas posibilidades: el grabador.
La crítica suele asociar las primeras novelas de Puig con el oído absoluto para las voces de personajes de su pueblo de origen. Las intrigas montadas por la revista Primera Plana y algunas declaraciones del autor, más las ofensas de lectores que creían reconocerse en los personajes, fomentaron el equívoco mientras la teoría se multiplicaba para poner en duda la identidad entre el yo de la experiencia y el de la ficción en primera persona, y el referente era un espejismo sancionado por el estructuralismo.
Hay algo en Puig ligado al oído que no es la memoria. Es algo así como una música inconsciente, donde el recuerdo encubridor inventa una letra que ya tiene la marca del contexto, los diálogos cinematográficos, las historias de vida de Ardiles Grey y la imaginería de Landrú, con sus personajes Mirna Delma y Aldo Rubén, María Belén y Alejandra, muy populares entre la clase media y que también impregnan el lenguaje oral de Puig con palabras como “opio”, “bodrio” y “asquete”.
Eso en sus primeros libros, La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas, antes de The Aires Buenos Aires Affair, en donde trabaja con géneros escritos: el guión, el texto taquigráfico, la historia clínica, las noticias, la escritura de las fantasías, la transcripción de llamadas telefónicas. Aunque los nombres de Gladys Hebe y Clara Evelia recuerdan todavía las imaginerías de Landrú.
En las primeras páginas de la novela el personaje de Clara Evelia busca a Gladys luego de su desaparición en el chalet de Playa Blanca. Al pasar por un cine clausurado, “por razones de higiene y seguridad pública”, lee junto a la orden de clausura, una lista de subversivos con cuya captura se insta a colaborar. La escena parece una profecía de la censura que se ejercerá sobre The Buenos Aires Affair. El crimen en el baldío y el despido del empleado homosexual adelantan lo que hoy se consideran crímenes de odio y discriminación debido a la orientación sexual. Los guerrilleros en acción, según las noticias del diario que lee el policía, serán los desaparecidos de la dictadura militar que The Buenos Aires Affair prefiguraba como no lo hicieron obras de la época de la llamada “literatura comprometida”.
Todas las fechas utilizadas por Puig en su novela pertenecen a conflictos políticos como el Rosariazo, el Cordobazo, los conflictos mundiales como la guerra de Vietnam y la Guerra Fría son rigurosamente mostrados como registros periodísticos documentales en manos de la policía, insospechados de reflejar la ideología del autor. A pesar de su amistad con los escritores de la revista Literal, estudiosos y transmisores fervorosos del psicoanálisis lacaniano, el psicoanálisis en las novelas de Puig usa el estilo de películas como Cuéntame tu vida y los datos de colecciones kleinianas de difusión. Los títulos desechados que registra Juan Pablo Canala (Yeta, Las flores me recuerdan a funerales, La espía y el traidor, Noches en el Ritz o The Buenos Aires Story) parecen pertenecer a la serie novelística anterior a The Buenos Aires Affair y la breve modificación del último título probable parece coincidir con su decisión del camino a seguir en su invención. El lenguaje onírico utilizado en las fantasías de Gladys y Leo es curiosamente figurativo y si se intentara hoy traducirlo mediante un collage, surgirían imágenes como las de los sueños ilustrados por Grete Stern. ¿Compartía Male con su hijo Coco, la revista Idilio?
Puig, muy activo en la difusión de su obra, en alcanzar el gran público, arriesgaba al mismo tiempo procedimientos de vanguardia que suponían un lector enterado y cómplice. No repetía una fórmula segura, parecía, en cada novela, probar lo que no se había hecho antes. En El beso de la mujer araña pone en escena la fricción entre política y política del deseo, entre la vertiente sacrificial de los grupos armados y el deseo liberador de los disidentes sexuales. En Sangre de amor correspondido exacerba la ausencia de un narrador omnisciente. Utiliza el grabador para entrevistar a un obrero empleado temporariamente en su casa de Río. Su mayor intervención durante la grabación se da a través de preguntas que interrumpen una y otra vez el giro del relato para exigir que este se detenga en los detalles, forzándolos por sistemática inducción. Como si Puig se propusiera extraer la escritura del relato oral en directo, cada pregunta permite la emergencia de lo que aún no es texto, frase por frase.
Puig pasa el relato de, llamémosle X, al de Josemar en tercera persona y arma un efecto de transposición de voces flanqueadas de guiones. No realiza un excesivo montaje, sino que utiliza la repetición como resonancia poética, ya que el ordenamiento, del que hay muchas notas previas sobre los temas a tocar durante las grabaciones, como un guion estrictísimo para una improvisación, está determinado por el de las preguntas. La selección del narrador oral es, para Puig, la de alguien que, como le dice a Kathleen Wheaton en una entrevista para The Paris Review, posee “sus propias cualidades musicales y pictóricas”. Si viviera hoy, Rodolfo Walsh, según Daniel Link, sería un hacker. ¿Manuel Puig hubiera experimentado con el email o con la inteligencia artificial? Lo hicieron sus lectores con el email; el mismo Link en su novela La ansiedad; Alejandro López con Kerés cojer? = Guan tu fak.
¿Hay legados sincrónicos por un mismo sustrato insurrecto y libidinal para armar series que, lejos de la angustia de las influencias, no generan epígonos sino un intercambiarse de archivos plebeyos ya desclasificados? Tengo miedo torero no es un simple remedo de El beso de la mujer araña, ni The Buenos Aires Affair es una novelita policial. Leída a la luz del presente, a cincuenta años de su prohibición, es de una vigencia soberana.
María Moreno
Manuel Puig (1932-1990)