Crónicas marcianas
Ray Bradbury
Círculo de Lectores – Minotauro
1977
Traducción de Francisco Abelanda (pseudómimo de Francisco Porrúa)
Tapa dura, cartoné con sobrecubierta original
Prólogo de Jorge Luis Borges
224 páginas
Impreso en Argentina
✶ ESTADO: 9/10. Excelente estado.
La sobrecubierta presenta alguna rotura, faltantes y desgastes menores. Por dentro en excelente estado
✶ SINOPSIS:
Un clásico del siglo XX: la obra que consolidó a Bradbury como uno de los mejores escritores de la narrativa norteamericana. Esta colección de relatos recoge la crónica de la colonización de Marte por parte de una humanidad que huye de un mundo al borde de la destrucción. Los colonos llevan consigo sus deseos más íntimos y el sueño de reproducir en el Planeta Rojo una civilización de perritos calientes, cómodos sofás y limonada en el porche al atardecer. Pero su equipaje incluye también los miedos ancestrales, que se traducen en odio a lo diferente, y las enfermedades que diezmarán a los marcianos. Conforme a su concepción de lo que debe ser la ciencia ficción, Bradbury se traslada al futuro para iluminar el presente y explorar la naturaleza humana. Escritas en la década de los cuarenta, estas deslumbrantes e intensas historias constituyen un canto contra el racismo, la guerra y la censura, destilando nostalgia e idealismo.
✶ CONTENIDO:
INDICE
La primera expedición
1- El verano del cohete (enero de 1999)
2- Ylla (febrero de 1999)
La segunda expedición
3- Noche de verano (agosto de 1999)
4- Los hombres de Tierra (agosto de 1999)
5- El contribuyente (marzo de 2000)
La tercera expedición
6- La tercera expedición (abril del 2000)
La cuarta expedición
7- Aunque siga brillando la luna (junio de 2001)
Humanos en Marte
8- Los colonos (agosto de 2001)
9- La mañana verde (diciembre de 2001)
10- Las langostas (febrero de 2002)
11- Encuentro nocturno (agosto de 2002)
12- Intermedio (febrero de 2003)
13- Los músicos (abril de 2003)
14- El desierto (mayo de 2003)
15- Un camino a través del aire (junio de 2003)
16- La elección de los nombres (2004-2005)
17- Usher II (abril de 2005)
18- Los viejos (agosto de 2005)
19- El marciano (septiembre de 2005)
20- La tienda de equipajes (noviembre de 2005)
21- Fuera de temporada (noviembre de 2005)
La Gran Guerra
22- Los observadores (noviembre de 2005)
23- Los pueblos silenciosos (diciembre de 2005)
24- Los largos años (abril de 2026)
25- Vendrán lluvias suaves (agosto de 2026)
26- El picnic de un millón de años (octubre de 2026)
Ray Bradbury en Argentina (1997)
✶ EXTRA: Prólogo de Jorge Luis Borges
Prólogo
En el segundo siglo de nuestra era, Luciano de Samosata compuso una Historia verídica, que encierra, entre otras maravillas, una descripción de los selenitas, que (según el verídico historiador) hilan y cardan los metales y el vidrio, se quitan y se ponen los ojos, beben zumo de aire o aire exprimido; a principios del siglo XVI, Ludovico Ariosto imaginó que un paladín descubre en la Luna todo lo que se pierde en la Tierra, las lágrimas y suspiros de los amantes, el tiempo malgastado en el juego, los proyectos inútiles y los no saciados anhelos; en el siglo XVII, Kepler redactó un Somnium Astronomicum, que finge ser la transcripción de un libro leído en un sueño, cuyas páginas prolijamente revelan la conformación y los hábitos de las serpientes de la Luna, que durante los ardores del día se guarecen en profundas cavernas y salen al atardecer. Entre el primero y el segundo de estos viajes imaginarios hay mil trescientos años y entre el segundo y el tercero, unos cien; los dos primeros son, sin embargo, invenciones irresponsables y libres y el tercero está como entorpecido por un afán de verosimilitud. La razón es clara. Para Luciano y para Ariosto, un viaje a la Luna era símbolo o arquetipo de lo imposible, como los cisnes de plumaje negro para el latino; para Kepler, ya era una posibilidad, como para nosotros. ¿No publicó por aquellos años John Wilkins, inventor de una lengua universal, su Descubrimiento de un Mundo en la Luna, discurso tendiente a demostrar que puede haber otro Mundo habitable en aquel Planeta, con un apéndice titulado Discurso sobre la posibilidad de una travesía? En las Moches áticas de Aulo Gelio se lee que Arquitas el pitagórico fabricó una paloma de madera que andaba por el aire; Wilkins predice que un vehículo de mecanismo análogo o parecido nos llevará, algún día, a la Luna. Por su carácter de anticipación de un porvenir posible o probable, el Somnium Astronomicum prefigura, si no me equivoco, el nuevo género narrativo que los americanos del Norte denominan science-fiction o scientifiction* y del que son admirable ejemplo estas Crónicas. Su tema es la conquista y colonización del planeta. Esta ardua empresa de los hombres futuros parece destinada a la época, pero Ray Bradbury ha preferido (sin proponérselo, tal vez, y por secreta inspiración de su genio) un tono elegíaco. Los marcianos, que al principio del libro son espantosos, merecen su piedad cuando la aniquilación los alcanza. Vencen los hombres y el autor no se alegra de su victoria. Anuncia con tristeza y con desengaño la futura expansión del linaje humano sobre el planeta rojo —que su profecía nos revela como un desierto de vaga arena azul, con ruinas de ciudades ajedrezadas y ocasos amarillos y antiguos barcos para andar por la arena—.
Otros autores estampan una fecha venidera y no les creemos, porque sabemos que se trata de una convención literaria; Bradbury escribe 2004 y sentimos la gravitación, la fatiga, la vasta y vaga acumulación del pasado —el dark backward and abysm of time del verso de Shakespeare—. Ya el Renacimiento observó, por boca de Giordano Bruno y de Bacon, que los verdaderos antiguos somos nosotros y no los hombres del Génesis o de Homero.
¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me pueblen de terror y de soledad
¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima? Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo "fantástico" o a lo "real", a Macbeth o a Raskolnikov, a la invasión de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión de Marte. ¿Qué importa la novela, o novelería, de la science-fiction? En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main Street.
Acaso La tercera expedición es la historia más alarmante de este volumen. Su horror (sospecho) es metafísico; la incertidumbre sobre la identidad de los huéspedes del capitán John Black insinúa incómodamente que tampoco sabemos quiénes somos ni cómo es, para Dios, nuestra cara. Quiero asimismo destacar el episodio titulado El marciano, que encierra una patética variación del mito de Proteo.
Hacia 1909 leí, con fascinada angustia, en el crepúsculo de una casa grande que ya no existe, Los primeros hombres en la Luna, de Wells. Por virtud de estas Crónicas, de concepción y ejecución muy diversa, me ha sido dado revivir, en los últimos días del otoño de 1954, aquellos deleitables terrores.
Manuscrito original y ológrafo, entregado por Borges a la Editorial Minotauro