Peer Gynt – Hedda Gabler
Henrik Ibsen
Editorial Hyspamérica
Colección Biblioteca Personal Jorge Luis Borges N.º 10
1985
Traducción de J. Álvarez
Tapa dura
262 páginas
Impreso en Madrid (España)
✶ ESTADO: 9/10. Excelente estado.
Sin detalles
✶ PRÓLOGO DE BORGES A ESTA EDICIÓN:
Prólogo de Jorge Luis Borges: El más ilustre de los evangelistas de Ibsen, George Bernard Shaw, dijo en su Quintessence of Ibsenism que es absurdo preguntarle a un autor una explicación de su obra, ya que esa explicación bien puede ser lo que la obra buscaba. La invención de la fábula precede a la comprensión de su moraleja. En el caso de Ibsen, las invenciones nos importan más que las tesis. Tal no fue el caso cuando se estrenaron sus obras. Gracias a Ibsen, la tesis de que una mujer tiene derecho a vivir su propia vida es ahora un lugar común. En 1879, era escandalosa. En Londres, tuvieron que agregar a Una casa de muñecas una escena final, en la que Nora Helmer, arrepentida, vuelve a su hogar y a su familia. En París agregaron un amante para que el público entendiera la acción.
Deliberadamente elegí para este volumen dos piezas en las que lo imaginativo y lo fantástico es tan esencial como lo realista. La primera, Peer Gynt, es, a mi parecer, la obra maestra de su autor y una de las obras maestras de la literatura. Todo en ella es fantástico, salvo la convicción que despierta. Peer Gynt es el más irresponsable y el más querible de los canallas. La ilusión del yo lo domina. Aspira, escarnecido y roto, al alto título de Emperador de Sí Mismo; en un manicomio de El Cairo, los dementes lo coronan así, postrado en el polvo. Algo de pesadilla y algo de cuento de hadas hay en Peer Gynt.
La destreza técnica de Hedda Gabler (1890) puede llevar a la sospecha de que toda la tragedia es mecánica y no ha sido elaborada para inducir tales o cuales emociones, no en función de un carácter. De hecho, Hedda Gabler es enigmática. Hay quienes ven en ella una histérica; otros, una mera mundana; otros, una pequeña ave de presa. Y diría que es enigmática precisamente porque es real, como lo es cada uno…
Henrik Ibsen (1828-1906)
