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Cien años de soledad

Gabriel García Márquez

Sudamericana

Colección Grandes Novelas

1968 - 5° edición

Tapa blanda, rústica sin solapas

351 páginas

Arte de tapa: Vicente Rojo

Impreso en Buenos Aires (Argentina)

 

✶ ESTADO: 9/10. Excelente estado

Hojas levemente amarillentas.

 

✶ SINOPSIS:

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». Con estas palabras empieza la novela ya legendaria en los anales de la literatura universal, una de las aventuras literarias más fascinantes de nuestro siglo. Millones de ejemplares de Cien años de soledad leídos en todas las lenguas y el Premio Nobel de Literatura coronando una obra que se había abierto paso «boca a boca» -como gusta decir al escritor- son la más palpable demostración de que la aventura fabulosa de la familia Buendía-Iguarán, con sus milagros, fantasías, obsesiones, tragedias, incestos, adulterios, rebeldías, descubrimientos y condenas, representaba al mismo tiempo el mito y la historia, la tragedia y el amor del mundo entero.

 

Genealogía en la novela Cien años de soledad - El Pez Volador

 

✶ EXTRA: La mujer escondida en la tapa, por Julián Axat

 

Vicente Rojo mexicano por adopción, fue uno de los grandes artistas y diseñadores pertenecientes de las vanguardias estéticas de los 50/60. Como bien se señala en su homenaje en redes y diarios, a Vicente se lo conoce por su famoso diseño de tapa de Cien años de soledad, el libro cumbre de Gabriel García Márquez, editado por Sudamericana el 30 de mayo de 1967 y que rápidamente se transformó en un best-seller.

 

Pero aquí se comete una gran injusticia, pues en realidad, aquella portada de Vicente fue la segunda, y lo que casi nadie conoce y, en rigor de verdad, ha quedado en el más absoluto olvido, es que la tapa de la primera edición pertenece y fue realizada por una mujer: la artista plástica argentina Iris Alba, conocida entonces como Iris Pagano.

 

Iris nació en el barrio de Flores en 1935, hija de Pilar Losilla y Arturo Alba. Con una fuerte sensibilidad y vocación por la plástica, el diseño, la cerámica; luego de recibirse en el colegio de arte Fernando Fader y de algunos trabajos ocasionales, partió recién casada junto a su primera pareja, Humberto Pagano, rumbo a New York donde vivió entre 1957 y 1959. Allí vivió de cerca la “gran manzana” tomando contacto con muchos de los artistas del pop art, como Stuart Davis (1894-1964) y Andy Warhol (1928-1987) y tantos otros. Allí, logró ingresar en la agencia Walter Thompsom, en plena “época de oro” de la publicidad, que tanto la influyó en sus posteriores trabajos.

 

A principios de los 60´ Iris Alba se incorporó al staff de la Editorial Sudamericana, con una propuesta de diseño de tapas más arriesgado y cercanas a la estética pop de la que se había nutrido en el norte. Así, entre 1966 y 1967 Alba compuso una veintena de tapas, entre ellas las de El banquete de Severo Arcángelo (1965), de Leopoldo Marechal, Nosotros dos (1966), de Néstor Sánchez, y Envíos (1966), del poeta Alberto Girri. La locura ante todo, de Violette Leduc, y Las pelucas, de Angélica Gorodischer, ambas de 1968. También compuso algunas tapas para la editorial Sur, entre ellas las de Los comediantes (1966), de Graham Greene, y La sabiduría del corazón (1966), de Henry Miller. ¡Hip… Hip… Ufa! (1967) de Dalmiro Sáenz, y Teatro (1971), de Francisco “Paco” Urondo, El libro del ello (1968), de Georg Groddeck; etc. La mayoría de esas tapas están firmadas con las iniciales de su nombre a secas: ia.

 

En el año 1967, la decisión del propio García Márquez será que su amigo Vicente Rojo sea el creador de la portada de Cien años de soledad. Ocurre que el artista deja correr el tiempo y la tapa se demora en la entrega. Por lo que la editorial Sudamericana, apurada en que el libro salga a la calle, le encarga a Iris Alba realizar un trabajo de tapa para la primera edición. Es así como Iris Alba (entonces conocida como Pagano) lleva a cabo el diseño del galeón, que rápidamente sale a la calle y se agota; por lo que, ya llegada la tapa de Rojo para sucesivas ediciones, hace que la primera tapa quede en el olvido.

 

En las páginas de Tras las claves de Melquíades (2001), la gran biografía de Cien años de soledad, Eligio García Márquez, su autor y hermano de Gabriel García Márquez, evoca las circunstancias que rodearon a la primera edición de la novela, en mayo de 1967:

 

“De manera que cuando los bonaerenses se acercaron ese lunes (y los siguientes de la semana) a las decenas, no menos de cien quioscos de la ciudad, en busca de las noticias (…) se encontraron también con un libro de portada exótica: la de un galeón español flotando en medio de una selva por encima de tres estilizadas flores anaranjadas. La vegetación más que verde era azulada, al igual que el galeón. Como alguien diría después, ni la idea ni la ejecución del diseño eran extraordinarias, pero allí estaba el libro, su tapa, como se dice en Argentina, intentando imponer su presencia en medio de esa otra selva, la de las diversas, variadas y agresivas publicaciones callejeras… De Iris Pagano nadie daba noticias por esos días, ni en la editorial, ni en Buenos Aires, ni en el resto de Argentina”.

 

La portada de aquella primera edición de Cien años de soledad, diseñada por Iris, retoma varios de los recursos empleados por ella en otras tapas, como el empleo de fotografías, grabados antiguos, y la inclusión del dibujo propio. Frente a otras tapas, la primera de Cien años de soledad ofrece una mayor superposición de elementos y planos, como si la autora hubiese buscado exponer todos los datos posibles sobre la novela, como intentando “una síntesis total de la obra”: el fondo de selva como elemento narrativo central; el galeón evidenciando la irrupción de lo mágico y, al mismo tiempo, el dato histórico de la conquista y la colonización; y las flores amarillas, en primer plano, emergiendo como desde el suelo, que evocan una de las metáforas más reconocibles del libro.

 

La tapa de Iris Alba para Cien años de soledad, con el galeón y las tres flores amarillas