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Cuentos fantásticos argentinos         

AA.VV.     

Emecé        

1963 - 2 edición

Tapa blanda, rústica con solapas

226 páginas

Arte de tapa José Bonomi.

Selección e introducción de Nicolás Cócaro.

Faja promocional original.

Impreso en Argentina (Buenos Aires)

 

✶ ESTADO: 9/10. Excelente. Sin detalles

 

✶ CONTENIDO:

INDICE

La corriente literaria fantástica en la Argentina,

Nicolás Cócaro

Dos veces el mismo rostro

Vicente Barbieri

El experimento de Varinsky

Santiago Dabove

La lluvia de fuego

Leopoldo Lugones

Más allá

Horacio Quiroga

El fantasma

Enrique Anderson Imbert

En memoria de Paulina

Adolfo Bioy Casares

Las ruinas circulares

Jorge Luis Borges

Un cuento de duendes

Leonardo Castellani

La confesión de Pelino Viera

Guillermo Enrique Hudson

Casa tomada

Julio Cortázar

El teléfono

Augusto Mario Delfino

La galera

Manuel Mujica Lainez

Anagnorisis

Alberto Girri

El coronel de caballería

H. A. Murena

El cuervo del arca

Conrado Nalé Roxlo

La red

Silvina Ocampo

Pudo haberme ocurrido

Manuel Peyrou

 

✶ EXTRA: fragmentos del capítulo dedicado a José Bonomi en Libros Argentinos: ilustración y modernidad (1910-1936) de Rodrigo Gutiérrez Viñuales.

 

José Bonomi (Mantova, Italia 1903 – Buenos Aires, 1992)

 

Las primeras producciones de Bonomi vinculadas a libros serán dos tapas de aparecidas en 1924, la estupenda de La venus calchaquí de Bernardo González Arrili, premio municipal de literatura ese año, y la de Cerro nativo de Carlos B. Quiroga; en ambas traza sendas visiones modernizadas de costumbres y paisajes autóctonos, tal como lo haría en 1926, en la misma serie, con La montaña bárbara y misteriosa, también de Quiroga. Destaca especialmente la del libro de González Arrili por sus diseños indigenistas de cubierta (también hay viñetas interiores), pudiendo enlazarla a esta, temáticamente, con el óleo La chola desnuda, una suerte de venus cuzqueña, con la que Alfredo Guido ganaba ese año el primer premio del Salón Nacional. Escrito entre Jujuy y Buenos Aires, en La venus calchaquí, González Arrili abordaba una especie de adaptación autóctona del mito universal de Venus, que perfectamente podría vincularse a esa búsqueda de una cultura propia, basada en la fusión de lo europeo y lo americano (en este caso indígena) que para la misma época alentaba Ricardo Rojas a través de Eurindia.

En seguidilla llegarían las obras de tres escritores peruanos, para cuyas Cubiertas Bonomi mostrará eficazmente su versatilidad: Sonrisas de París (1925) de Ventura García Calderón, Tiempos de la patria vieja (1926) de Angélica Palma y, finalmente, La torre de las paradojas (1926) de César A. Rodríguez. La primera con una sintética Torre Eiffel, la de Palma geometrizando a través de tintas negras y rojas una escena de tintes históricos acorde con los contenidos, y la de Rodríguez, quizá la más vanguardista de todas, con una composición de altos edificios y rascacielos.

Para entonces Bonomi se hallaba completamente inmerso en ámbitos literarios y artísticos de Buenos Aires. Había concurrido a principios de los 20 a la peña del Café de los Inmortales de Villa Crespo, de la que participaban Leopoldo Marechal (que leía partes de Los aguiluchos), Octavio Fioravanti, Carlos Foglia, Segundo B. Gauna (leía capítulos de Cambalache), llka Krupkin (adelantaba partes de La taza de chocolate, que saldría con tapa de Bonomi), Roberto Ledesma (lo hacía con Caja de música), Horacio Schiavo, Antonio F. Ardissono y el pintor José Amalzi, discípulo de Spilimbergo.

Bonomi había instalado su estudio en el legendario caserón conocido como "La Vizcachera”, en Belgrano al 440 donde tenían sus talleres Emilio Centurión, Miquel Petrone. Jorge Larco, Ernesto Scotti, además de Marechal y Krupkin. El sitio se convirtió en sede habitual de reuniones, conciertos y recitales de poesía, alternando con las tertulias que se hacían en la librería La Cultura del editor Manuel Gleizer. La estrecha amistad de Bonomi con Gleizer derivará no solamente en una tarea estable de aquél como ilustrador de los libros publicados por éste, de los cuales hablaremos enseguida, sino también en el hecho de que fuera Bonomi quien se encargase de inventar el reconocidísimo logotipo de la editorial, un perfil de Dante al que le añadió rasgos faciales de Manuela Dayenoff, esposa de Gleizer.

A partir de este momento y durante un lustro, Bonomi va a ilustrar numerosos libros de Gleizer, en una feliz entente que dejará muy pronto cubiertas de notoria modernidad, moviéndose en sendas déco y poscubistas fundamentalmente. Entre las de 1926 se halla la muy afortunada composición para la segunda edición de Lunario sentimental de Leopoldo Lugones, de tintes simbolistas y déco, como así también la de La mujer de Shangai de José de España, con fondo abstracto a base de tintas negra, azules y rojo amarronado, sobre la que se recorta una mujer de rasgos pronunciados. La ilustración de tapa de El amor agresivo, de Roberto Mariani planteada en picado, enlaza con su temática de café y el uso de tintas amarillas, azules y negras con la de El alma de las cosas inanimadas (1927) de Enrique González Tuñón, también a cargo de Bonomi, siendo ambos de gran dinamismo gracias al uso de curvas y marcadas diagonales.

Al margen de la editorial Gleizer, Bonomi hará las tapas de dos libros del almeriense Fermín Estrella Gutiérrez, primero Desamparados (1926) con pequeña ilustración, más cercana al concepto de viñeta, y a continuación la del poemario La ofrenda (1927) con estupenda tapa simbolista-deco, emparentable con la de Lunario sentimental de Lugones, ya referida. En el primero de los libros citados Bonomi dibuja un chico de campo, reinsidiendo en temáticas autóctonas que le eran habituales, lo mismo que las “históricas” que tendrían en su lápiz otra incursión con el retrato de Florencio Varela para la edición de Rosas y su gobierno; también de 1927, año en que se le es otrogada a Bonomi la nacionalidad argentina y en el que se encarga de diseñar la tapa para la Exposición de la actual poesía argentina de Pedro J. Vignale y César Tiempo, además de hacer aquí las caricaturas de Leopoldo Marechal, Roberto Ledesma y Horacio Schiavo.

En septiembre de 1928 se llevó a cabo la Primera Exposición Nacional del Libro, evento reseñado oportunamente en este libro. Bonomi, además de formar parte de la comisión "auxiliar de artistas", sería el triunfador en el concurso para dotar al mismo de un afiche promocional presentando un diseño bajo el lema Lunario, un guiño sin duda a una de sus tapas de libro más relevantes, la de la segunda edición de Lunario sentimental de Lugones. Impresos masivamente, tanto el suyo como los otros dos premiados, de Níver Castro Cairo uno y de Lino Palacio y Eduardo Muñiz el otro, se colocarían en diferentes partes de la ciudad, especialmente en las estaciones de ferrocarril y en los tranvías.

De 1932 datará la cubierta más trascendente y conocida de José Bonomi, la que realiza para el libro Espantapájaros (al alcance de todos) de Oliverio Girondo, en el que éste, regresado de Europa, hace un intento por revitalizar el espíritu de vanguardia de la época de la revista Martín Fierro, oponiéndose, a través de la poesía, al clima de desesperanza que la crisis y la dictadura de Uriburu habían traído consigo.

El libro tuvo una tirada de 5.000 ejemplares, algo no habitual; 65 de ellos eran de lujo y levaban una carátula tipográfica y, fuera de texto, la tapa en colores de la edición corriente. El subtítulo "al alcance de todos" era un recurso publicitario, una manera de informar que el libro podía adquirirse a precios módicos en cualquier librería. Pero hubo una acción aún más vanguardista: a partir del diseño de Bonomi se hizo un espantapájaros en papel maché, con chistera, monóculos y pipa, que durante quince días fue transportado por la ciudad en una carroza funeraria alquilada por Girondo, "tirada por seis caballos y llevando seis cocheros y lacayo con librea". A la par rentó un local en la calle Florida para ser utilizado como punto de venta, en el cual atendían jóvenes y bellas muchachas. ¿Resultado de la movida?: el libro agotó sus ejemplares al cabo de un mes. La figura del espantapájaros decoró durante años la casa del matrimonio Girondo-Lange de la calle Suipacha y hoy puede verse en el Museo de la Ciudad, en Buenos Aires.

En febrero de 1945 iniciará su labor como ilustrador de libros más trascendente, reconocida y prolongada en el tiempo: las cubiertas de la exitosa colección de novelas policiales "El Séptimo Círculo”, que dirigida inicialmente (los primeros 120 títulos) por Borges y Bioy Casares, publicaría la editorial Emecé hasta 1983 alcanzando los 366 volúmenes. Durante años se mantendrían tiradas de 14.000 ejemplares, Io que habla a las claras de que fue con estas tapas, de sello inconfundible, cuando la obra de Bonomi alcanzó una difusión masiva, aunque no siempre se hablase de él como artista. Si poco antes de la aparición del primer volumen, La bestia debe morir de Nicholas Blake, libro apreciado por Borges, Attilio Rossi había afirmado la necesidad de darle "al libro policial o del momento su misterio o su grito" podemos señalar que José Bonomi tomaría al pie de la letra esta afirmación para abordar la ilustración de sus tapas, muy alejadas en concepto de las "cartelísticas" cubiertas que Macaya había hecho para los libros policiales de la editorial Tor, como la "Colección Misterio”.

En 1948 Bonomi publicó la carpeta de 12 litografías titulada Caminantes y pregoneros editada por la Municipalidad de Buenos Aires, entidad que le encargaría poco después una Guía del Jardín Zoológico a la que añadió 140 grabados suyos. En 1951 ilustraría la cubierta de la segunda edición de El túnel de Ernesto Sábato. Entre sus reconocimientos de más valía podemos contar la nota que sobre las cubiertas de sus libros realizó Sigwart Blum en 1957, en la revista alemana Gebrauchsgraphik, de gran difusión internacional y que en Buenos Aires se podía adquirir en la librería de Carlos Hirsch, en Florida 165.

 

Rodrigo Gutiérrez Viñuales