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Cuentos

O. Henry (William Sydney Porter)

Emece

Colección Literatura Universal

1952

Traducción de Edith Zilli

Tapa blanda, rústica sin solapas

270 páginas

Impreso en Argentina

 

✶ ESTADO: 8.5/10. Muy bueno.

Por dentro impecable. Tapa, lomo y contratapa con desgastes y detalles pequeños.

 

✶ SINOPSIS:

O. Henry es el seudónimo de un importante escritor norteamericano, maestro indiscutido del cuento corto, cuya vida fue realmente novelesca. Era cajero de un Banco en Austin, Texas, cuando se produjo un desfalco. No era culpable, pero cometió el error de fugarse. Cuando regresó al país se entregó volunt riamente y fue condenado a tres años de cárcel, donde comenzó a escribir. Hacia el final de sus días adquirió una inmensa popularidad que perdura hasta hoy en el libro y la televisión. y Los cuentos de O. Henry reflejan una visión melancólica de la existencia, no exenta de humor y de ironía. Reviven las pequeñas tragedias y contrasentidos de la vida cotidiana en Nueva York y en el sur de los Estados Unidos, a principios de siglo. Llenos de encanto y de ternura, se destacan por la riqueza de los matices y el triunfo de lo inesperado. Esta se lección ha sido realizada cuidadosamente. Representa fielmente el conjunto de la obra del autor.

 

✶ CONTENIDO:

INDICE

1- El presente de los reyes magos

2- El cuarto del tragaluz

3- El himno y la policía

4- Memorias de un perro amarillo

5- Primavera al a carta

6- La puerta verde

7- Después de veinte años

8- El cuarto alquilado

9- Los panqueques de pimienta

10- La rendición de Caliope

11- La desaparición de Águila Negra

12- Redención recobrada

13- La media navideña de Dick el Silbador

14- Atrapado

15- Los sabuesos

16- Lo que hermana a todos

17- Las vueltas de la vida

18- Historia de un periódico

19- La Voz de la Ciudad

20- Un millón de dólares

21- No todo lo que reluce

22- Las mil y una noches en Nueva York

23- El rubaiyat de un vaso de whisky

24- Dos caballeros

25- El cliente de cactus City

26- La insignia del agente O´Roon

27- La última hoja

28- Historia de un billete corrupto

29- Informe municipal

30- Saludos navideños

 

✶ EXTRA: O. Henry, por Daniel Gigena

 

El escritor estadounidense que fundó la “república bananera” y emocionó a Borges

 

Fue farmacéutico y periodista, trabajó en un rancho de ovejas en Texas, fundó la revista satírica The Rolling Stone y se desempeñó como cajero en el First National Bank, en la ciudad de Austin, donde fue acusado de estafa. En esa ciudad había nacido el seudónimo que William Sidney Porter (1862-1910) eligió para firmar algunos de sus imprescindibles cuentos. En la casa donde vivía en ese entonces había un gato llamado Henry; de la expresión “¡Oh, Henry!”, que se repetía habitualmente, surgió el apodo. 

 

Antes de ser arrestado por desfalco, en julio de 1896, O. Henry huyó a Honduras. De su estada en ese país nacería una expresión que obtuvo consenso internacional, “república bananera” (banana republic), en referencia a un país centroamericano o antillano, cuya economía depende de la exportación de un único commodity y que suele tener un gobierno corrupto y dictatorial. O. Henry empleó esa fórmula en su serie de diecinueve relatos Repollos y reyes, de 1904, ambientada en un país imaginario llamado Anchuria.

 

Antes de publicar su centenar largo de cuentos, tuvo que huir, acusado de robar fondos en el banco donde trabajaba. En 1896 se instaló en Honduras, que no tenía tratado de extradición con su país. Allí fue testigo del nacimiento de las empresas bananeras que tres años más tarde se fusionaron en la United Fruit Company: los empresarios corrompían, chantajeaban y daban órdenes a los débiles gobiernos centroamericanos de la época”.

 

O. Henry volvió a Estados Unidos, donde se lo condenó a cinco años de prisión (salió en libertad al tercer año por buena conducta). “En la cárcel empezó a escribir Repollos y reyes, donde satiriza sobre el presidente de Anchuria, un chiste sobre Honduras, que intenta enfrentarse a las demandas de la empresa frutera Vesubio. Al final, el gerente de la Vesubio financia el golpe de Estado de un general pomposo”. Dos veces en esa colección de relatos -que al estar ambientados en un mismo escenario y época se puede leer como una novela- usa la expresión ‘república bananera’. Faltaban dos décadas para que la United Fruit Company ordenara al ejército de Colombia asesinar a los trabajadores bananeros en huelga en el Caribe, una masacre que se convirtió en un episodio clave de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, que nació en una plantación de la compañía. Y cinco décadas para que la empresa orquestara el golpe de Estado de 1956 en Guatemala, contra un gobierno que pretendía comprar sus tierras por el precio que ella misma había fijado en sus mentirosas declaraciones de impuestos”.

 

En su lista de doce cuentos memorables, Jorge Luis Borges incluyó, junto con relatos de May Sinclair, Edgar Allan Poe, Francis Bret Harte y Joseph Conrad, entre otros, uno de O. Henry: “Los regalos perfectos” (más conocido como “El regalo de los Reyes Magos”). “O. Henry nos ha dejado más de una breve y patética obra maestra”, escribió Borges. El estadounidense también creó al legendario personaje del Lejano Oeste, Cisco Kid, popularizado en cómics y películas. “Cisco Kid había matado a seis hombres en peleas más o menos honestas, había asesinado a dos mexicanos, y había dejado inútiles a otros muchos, a los cuales, modestamente, no se preocupó en contar. Por consiguiente, una mujer lo amaba”, se lee en “La venganza de Cisco Kid”.

 

O. Henry fue reconocido por su impronta humorística; algunos de sus chistes, ironías y juegos de palabras tal vez hoy motivarían una cancelación. En “Tragedia en Harlem”, una vecina se compadece de otra de esta manera: “-¡Pobrecita mía! -dijo-. Pero es que no todo el mundo puede tener un marido como Jack. El matrimonio no sería un fracaso si todos fueran como él. Todas esas mujeres descontentas de las que se habla lo único que necesitan es un hombre que llegue a casa y les dé una paliza una vez a la semana, para convertirla luego en besos y crema de chocolate. Eso les daría alguna ilusión de vivir. Lo que yo quiero es un hombre dominante que te zurra cuando llega de juerga y te abraza cuanto está sereno. ¡Que Dios me libre del hombre que no tiene agallas para hacer ninguna de las dos cosas!”. (La “tragedia” del cuento consiste en que el marido de una de ellas no solo no la golpea sino que además lava la ropa.)

 

Este año, dos cuentos traducidos al inglés de escritores argentinos -Samanta Schweblin y Michel Nieva- recibieron el Premio O. Henry, que fue instituido en homenaje al autor en 1919. “La primera vez que lo leí fue en mi adolescencia, un poco por casualidad, porque encontré en una mesa de saldo una colección de cuentos suyos a un peso y me sonaba su nombre -cuenta Michel Nieva-. Todavía aprendía a leer en inglés, de manera que las escrituras mínimamente descriptivas y barrocas me entorpecían la lectura. Pero gracias a la transparencia instrumental de su prosa inmediatamente conecté con el libro. Encontré en su estilo la austera ética borgeana de la brevedad que en ese tiempo empezaba a perseguir y venerar. Seguramente esa preferencia de O. Henry por el cuento corto y el estilo telegráfico, casi periodístico, es la que resuena tanto con nuestra fuerte tradición cuentística, y por eso ha tenido (quizá ya en otra época) considerables lectores en la Argentina. Con el tiempo olvidé a O. Henry pero el azar quiso que me mudara a Nueva York, donde él vivió y ambientó gran parte de sus historias, y después recibiera este año un premio que lleva su nombre”.

 

Mucho se ha dicho sobre los finales de cuentos “a lo O. Henry” -sorpresivos, risueños, paradójicos; a veces optimistas y a veces melancólicos- pero también los preludios son dignos de destacar, por el modo en que atrapan a los lectores. “Además de otras muchas cosas, Raggles era poeta. Se le consideraba un vagabundo, modo indirecto de confirmarlo como filósofo, artista, viajero, naturalista y descubridor”, se lee en “Cómo se hace un neoyorquino”. Y “Un informe municipal” comienza así: “El Este es el Este y el Oeste, según los californianos, es San Francisco. Los californianos no son meros habitantes de un estado; son toda una raza. Son los sureños del Oeste. Es cierto que los de Chicago no se muestran menos fieles a su ciudad; pero cuando uno les pregunta por qué, balbucean y hablan de los peces del lago y del nuevo edificio de los Oddfellon. Los californianos, en cambio, entran en detalles”.

 

“Hay pocas mujeres califas. Las mujeres son Sherezades de nacimiento, por predilección, por instinto y por disposición de las cuerdas vocales. A diario, centenares de miles de hijas de visires les narran los mil y un cuentos a sus respectivos sultanes”, comienza “El perfil encantado”, relato protagonizado por una bella dactilógrafa y ambientado en la Nueva York de principios del siglo XX. O. Henry murió en esa ciudad el 5 de junio de 1910, a los 47 años.

 

Daniel Gigena, La Nación, 2022