✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴ ✴ envíos gratis a Argentina a partir de $80.000 ✴ envíos a toda Argentina y el mundo ✴
$38.10 USD
Precio sin impuestos $31.49 USD
10% de descuento pagando con Transferencia ✴ con descuento
Ver más detalles

La rebelión de los brujos 

(La révolte des magiciens)

Louis Pauwels - Jacques Bergierr

Editorial Plaza y Janes

Colección Otros Mundos

1971 - 2°edición

Traducción de J. Ferrer Aleu

Tapa dura, encuadernado en tela

280 páginas

 

✶ ESTADO: 9/10

Excelente estado. Sin detalles

 

"La apasionante continuación de El Retorno de los Brujos: hechos malditos del pasado que cambian nuestra visión del porvenir."

 

✶ SINOPSIS:

La rebelión de los Brujos (La Révolte des Magiciens), se podría decir que es la continuación de El retorno de los brujos (Le Matin des Magiciens), del escritor francés Louis Pauwels y el escritor ruso Jacques Bergier, publicado en 1971.?En la rebelión de los brujos, podemos observar una mezcla muy interesante entre Alquimia, parapsicología, esoterismo y su relación con el nazismo, pasa del estudio de un lenguaje arquetípico a los fenicios en América Latina, desde las coincidencias de Tolkien y Borges sobre una Atlántida sumergida a los misteriosos mapas turcos que cartografiaron la Antártida varios miles de años antes de que fuese cubierta por el hielo. Podríamos decir incluso que aquí se nos muestra una «historia oculta» integrando la ciencia y el ocultismo con varios sucesos y personajes a lo largo del tiempo. Estos y otros enigmas son abordados desde una perspectiva poco académica, pero idílicamente intuitiva. Son valiosos a pesar de sus falencias, ya que no tienen una intención docente. Por el contrario, Louis Pauwels y Jacques Bergier parten de una premisa perfectamente opuesta: adentrarse en los misterios como camino para expandir nuestra percepción sobre lo real, que a menudo excede los límites de los comprensible. Un libro que nos abre las puertas a un nuevo mundo, un mundo completamente extraño y que seguramente nos llevará a adentrarnos más en él.

 

✶ CONTENIDO:

INDICE

EL HOMBRE ETERNO 

Primera parte: Viaje de recreo a la eternidad

1- Dudas sobre la evolución 

2- El deslizamiento de los continentes 

3- Historia de unos mapas imposibles

4- Las cicatrices de la Tierra 

5- Dos cuentos de hadas, con vistas al futuro. 

Segunda parte: Fantasías sobre el gran lenguaje 

1- La música del baile de los gigantes 

2- El centésimo nombre del Señor 

3- En busca de una escritura de lo absoluto 

Tercera parte: La cuestión más vasta

1- El enigma ejemplar de los Akpallus.

Cuarta parte: Sobre algunas interrogaciones románticas

1- Pequeño manual del juego de los enigmas

2- Un estadístico de las cavernas

3- Los desconocidos de Australia

4- Sobre la incomunicación de los mundos

5- A propósito de la ciencia china

6- Viaje alrededor de Numinor

Quinta parte: Sobre algunas semicertidumbres maravillosas

1- La unión libre del saber y del hacer 

2- Las doce ciudades de Çatal Huyuk

3- El Imperio de Dédalo"

 

Mapa de América de Sebastian Münster. Imagen NO incluida en este libro

 

✶ EXTRA: Prólogo de Louis Pauwels de esta edición

 

Nuestra civilización, como toda civilización, es un complot. Numerosas divinidades minúsculas, cuyo poder sólo proviene de nuestro consentimiento en no discutirlas, desvían nuestra mirada del rostro fantástico de la realidad. El complot tiende a ocultarnos que hay otro mundo en el mundo en que vivimos, y otro hombre es el hombre que somos. Habría que romper el pacto, hacerse bárbaro. Y, ante todo, ser realista. Es decir, partir del principio de que la realidad es desconocida.

Si empleásemos libremente los conocimientos de que disponemos; si estableciésemos entre éstos relaciones inesperadas; si acogiésemos los hechos sin prejuicios antiguos o modernos; si nos comportásemos, en fin, entre los productos del saber con una mentalidad nueva, ignorante de los hábitos establecidos y afanosa de comprender, veríamos a cada instante surgir lo fantástico al mismo tiempo que la realidad.

En el fondo, esta actitud es la propia de la Ciencia, la cual no es solamente la que la tradición universitaria del siglo XIX, amparándose en el racionalismo, acabó por imponer, sino más bien todo lo que la inteligencia puede escudriñar, tanto fuera como dentro de nosotros mismos, sin desdeñar lo desacostumbrado, sin excluir lo que parece escapar a las normas. Es imposible prever exactamente lo que será el conocimiento en tiempos venideros, y si éste no se apoyará en conceptos que ahora desdeñamos y cuya importancia habrán descubierto nuestros descendientes, así como su papel oculto en nuestras personas y en el Universo al que entonces interrogaremos.

Las inteligencias son como los paracaídas: sólo funcionan cuando están abiertos. Nuestro objetivo consiste en provocar una apertura al máximo, sobre todo para abordar los campos de las ciencias humanas, donde la conspiración es más tenaz. Haciéndolo así, nos encontramos situados en un mundo tan maravilloso, dúctil y extenso, como el del físico, el del astrónomo o el del matemático. Hay una continuidad. Es estupendo.

El hombre, su pasado, su futuro, todo esto oculta también un complejo

invisible, habla de infinito, canta la música de las esferas. Los que se ahogan, se aburren o se desesperan en el seno de tantas rarezas sublimes y de tantos enigmas resplandecientes, tienen un corazón ignorante y una inteligencia carente de amor. ¡Ah! ¡El mundo es tan bello —dice un personaje de Claudel— que tendría que haber en él alguien que fuese capaz de no dormir!

Naturalmente, nuestra manera de hacer no carece de peligros y de inconvenientes, agravados por nuestras deficiencias. Planteamos numerosas hipótesis arriesgadas, revolvemos una polvareda de hechos malditos, hurgamos entre un fárrago de errores y de sueños, para descubrir algunas verdades nuevas pero zafias. Sin embargo, ocurre a veces que, partiendo de señales dudosas, se abren direcciones hasta entonces insospechadas y realmente útiles.

A nuestro modo de ver, y aunque hayamos trabajado con todo el cuidado y con toda la seriedad de que éramos capaces, lo esencial reside en el deseo de una visión ampliada, en el amor a las realidades fantásticas que demuestran el empeño del hombre y del mundo a realizarse en toda su plenitud. Parafraseando al barón de Gleichen, podemos decir:

 

La tendencia a lo maravilloso, innata en todos los hombres; nuestra afición particular a lo imposible; nuestro desprecio por lo que ya se sabe; nuestro respeto a lo que se ignora: he aquí nuestros móviles.

 

Somos hombres modestos. Sin embargo, creemos tener derecho a presentar esta obra mal pergeñada como un «Manual de embellecimiento de la vida». El amable lector, al aprender a emplear este Manual, descubrirá, al propio tiempo, y aunque antes careciese de su alegría natural, la importancia de la existencia. Y también su emoción, desde el momento en que se despierte su curiosidad. Y sabrá que el ejercicio de la curiosidad transforma la vida en una aventura poética. Un amigo mío, fabricante de absoluto, ejerce su profesión en una gran propiedad del mediodía de Francia.

El absoluto es la esencia extremadamente concentrada de una flor, que entra en la elaboración de diversos perfumes. Mi amigo destila absoluto de jazmín. Bonachón y artista por naturaleza, inventó, para sus visitantes, un parque cuyos senderos están alfombrados de plantas que uno aplasta al caminar, levantando de este modo oleadas de un perfume perfectamente clasificado. Macizos de flores se extienden a la sombra de los árboles.

En los lugares de descanso, hay copas y cubos con botellas de champaña, el hielo de los cuales es renovado por los jardineros. Nosotros quisiéramos que este Manual convirtiese la vida intelectual de sus lectores en un viaje a través de los tiempos humanos, pasados y venideros, parecido en cierto modo a un paseo por aquel parque y evocador de un anfitrión que fabrica absoluto y sortilegios.

Otro amigo mío es pediatra. Piensa que la toxicosis de los recién nacidos, con frecuencia mortal, es en realidad un suicidio, una inhibición psicofisiológica originada por el pánico a la soledad. En efecto, nosotros acostamos boca arriba al bebé, entre tablas o barrotes, bajo un techo vacío. Apenas ha sentido el calor del pecho materno y recibido la mirada de la madre, y ya lo colocamos en la posición de los muertos. Cierto que, al nacer, se ha desprendido de la madre. Pero lo que se ha desprendido debe ser reanudado.

Mi amigo patentó una cuna inclinada, que elimina el aislamiento y hace que el niño sienta constantemente la presencia de la madre y de las cosas de la vida. No importa que este invento reproduzca tradiciones primitivas, si con él se pueden evitar angustias y, a veces, muertes. De la misma manera que este médico intenta beneficiar a los niños, nosotros quisiéramos que este Manual ayudase a las mentes a librarse de los barrotes, de las tablas, del techo vacío; evitarles el veneno de la separación, y devolverles al calor del mundo.

Un propósito muy ambicioso. Pero las poderosas mentes críticas y frías pueden perdonárnoslo sin temor. Apenas si amenaza su terreno; no es más que una ambición nacida del amor.

El poeta ruso Valerio Brusov, contemporáneo de la Revolución de Octubre, testigo del fin de un mundo y del comienzo de otro, se hacía, allá por el año 1920, esta pregunta:

 

Los principios de culturas tan diferentes y tan dispersas en el espacio como las del mar Egeo, Egipto, Babilonia, etruscas, India, mayas, Pacífico, muestran parecidos que no pueden explicarse únicamente por la asimilación o las imitaciones. Por esto habría que buscar, en el fondo de las culturas que creemos más antiguas, una influencia única que explique sus notables analogías». Habría que buscar, más allá de las fronteras de la Antigüedad, una X, un mundo de cultura que aún ignoramos y que puso en marcha el motor que conocemos. Los egipcios, los babilonios, los griegos y los romanos fueron nuestros maestros. Pero ¿quiénes fueron los maestros de nuestros maestros?

 

Los descubrimientos acumulados en los últimos cincuenta años han hecho retroceder enormemente en el pasado la historia de los hombres y de las civilizaciones, y eso ha justificado aún más la pregunta de Brusov. Éste libro no da respuesta a esta pregunta, pero pone de manifiesto el interés por ella e indica varias direcciones posibles de investigación.

Es un trabajo de aficionados. Pero sentimos la necesidad de emprenderlo, en la esperanza de que algún día se constituya un grupo mejor equipado para proseguirlo. Aquélla noble cuestión ha estado, hasta hoy, pésimamente ubicada: en los camaranchones de los especialistas, o en los asilos de alienados. 

Nosotros hemos tratado de rescatarla de los locos o los embusteros que alegan revelaciones ocultas, y de arrancarla al desprecio o a la inquietud iracunda de los arqueólogos. La Arqueología, observó recientemente un corresponsal del New York Herald Tribune, es, más que una ciencia, una vendetta. Se trata, más que nada, de vengarse del descubridor que no ha encontrado nada por sí mismo. Hay que excavar, aunque sea mal visto por los grandes, por los hacedores de teorías. Pero a condición de no descubrir, al mismo tiempo, alguna idea no aceptada sobre la historia humana.

Desplazar el paraíso en el tiempo, es lo mismo que cambiar de sitio el mobiliario.

Los tradicionalistas añoran el ayer. Los progresistas cuentan con el mañana. Pero todos están de acuerdo en que nuestros antepasados, vestidos de hojas y de pieles, golpearon estúpidamente las piedras durante milenios esperando que saltara la chispa. También convienen en la idea de que todas las civilizaciones son mortales.

En cambio, nadie se atreve a pensar que, en el decurso de millones de años, la inteligencia y la pericia humanas pudieron conocer otros apogeos. No amamos la libertad ni el infinito. Nos aferramos a un determinismo angosto y queremos que el tiempo de la inteligencia humana ocupe solamente una parte diminuta del tiempo de la creación.

Si somos espiritualistas, consideramos al hombre como un animal que recibió el don de concebir lo infinito y lo eterno…, pero desde hace poquísimo tiempo. Si somos materialistas, pensamos que el hombre es un producto de la Historia…, pero de una Historia muy reciente. Tampoco figura en las convenciones la idea de que no todas las civilizaciones han necesariamente de perecer. Sin embargo, nada sabemos de ellos. Sabemos demasiado poco para establecer una ley.

Descubrimos algunas civilizaciones que parecen haber resplandecido durante milenios. Pero jamás nos permitimos hacer la justa observación de que ciertas civilizaciones, a las que llamamos primitivas, pero que siguen existiendo en el día de hoy, tienen todas las apariencias de la inmortalidad.

En fin, si la Humanidad, en el transcurso de edades extinguidas, trató repetidas veces de subir los peldaños que conducen a una altísima civilización inmortal, y resbaló, y cayó, ¿por qué no podemos estar nosotros en camino de conseguir la escalada, de construir la civilización que conocerá la inmortalidad en la Tierra y en los cielos? Ésta pregunta optimista hará sonreír a muchos, pues hoy está de moda el desdén, el «catastrofismo» zumbón. Pero, en primer lugar, la moda es lo que pasa de moda. Y, en segundo término, sería una estupidez detenerse en una posada tan mezquina en el curso de un viaje tan largo y tan hermoso en el tiempo.

El tema de este libro no es muy original. Ha sido utilizado por muchos autores desde la publicación de El retorno de los brujos y de la revista Planéte, fundada por nosotros. Sin embargo, hemos creído necesario reanudarlo a nuestro modo, a fin de limpiar nuestro propio terreno. No es fácil levantar, Como recomendaba Nietzsche, “una barrera alrededor de la propia doctrina para impedir que entren los cerdos.”

Él mismo, desde su tumba, debió darse cuenta de esto. También es preciso arrojar muchos cubos de agua y barrer furiosamente. Es lo que vamos a hacer nosotros a lo largo de estas páginas. En ocasiones, podemos resultar un poco enfadosos, por exceso de aplicación. Saltaos sin remilgos los capítulos pesados, hojead, navegad a vuestro antojo; lo esencial está en el espíritu, no en la letra.

Mientras escribíamos esta obra, descubrimos, no sin cierta satisfacción, la

existencia de un enésimo hijo de El retorno de los brujos. Era un librito popular, pero bastante documentado, publicado en 1968 por la editora oficial de Moscú. Su autor, Alejandro Gorbovsky, estudiaba la hipótesis de civilizaciones avanzadas en las edades antediluvianas. Por encima de todo, nos satisfizo el prólogo. Había sido redactado por un investigador oficial, el profesor Fedorov, doctor en ciencias históricas.

Oscilando entre el escepticismo y la seducción, decía Fedorov:

 

Los poetas y los escépticos son igualmente indispensables para la investigación. Forman una combinación necesaria. El libro de Alejandro Gorbovsky es importante porque plantea un problema esencial de la historia de los hombres. Si el autor y los que piensan como él tienen razón, podrán explicarse hechos hasta ahora inexplicables. Éste libro constituye una noble empresa. El autor ha querido poner al alcance de un público muy vasto una grande y generosa idea, una nueva visión histórica. Y lo ha conseguido. Muchos lectores leerán esta obra con un interés rayano en el apasionamiento: como yo.

 

Nuestra satisfacción fue acompañada de un poco de disgusto al pensar que, seguramente, no habría un solo universitario francés de cierto renombre que nos apoyase de igual modo. Cierto que fue un disgusto ligero, pues nos hallábamos en los momentos en los que iban a aparecer en las paredes de la Sorbona inscripciones como éstas: “Profesores, ¡queréis hacernos viejos!” y “¡La Imaginación al poder!”

Nuestro «Manual de embellecimiento de la vida» se compondrá, si Dios nos concede un poco más de tiempo, de cinco volúmenes. El hombre eterno es un ensayo y una fantasía sobre el tema de las civilizaciones desaparecidas. El hombre infinito tratará de la condición sobrehumana. El hombre en la cruz, de los riesgos y oportunidades de esta civilización; de la apuesta sobre las probabilidades. El hombre comprometido, del contacto con inteligencias diferentes, en los cielos y aquí abajo. El hombre y los Dioses del futuro desarrollará la idea de que es probablemente imposible crear un mito nuevo, pero que el advenimiento de semejante mito es indispensable.

Desde hace diez años, hemos estado reuniendo la documentación necesaria para la composición de este Manual. En lo que atañe a este primer volumen, y aparte de centenares de corresponsales de todo el mundo a los que hemos expresado nuestro agradecimiento, damos especialmente las gracias a Paul Émile Victor, director de las expediciones polares francesas, que realizó, a petición nuestra, un estudio sobre el enigma de los mapas de Piri Reis, y nos autorizó a reproducirlo aquí; a nuestro amigo y colaborador en Planéte, Aimé Michel, que nos permitió utilizar su artículo sobre los trabajos de Leroi Gourhan y el arte de las cavernas, así como varias notas sobre la ciencia y los ingenieros de la Antigüedad, y a Madame Freddy Bémont, profesor auxiliar de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de Nanterre, que nos ayudó particularmente en la redacción de los capítulos sobre Numinor, las ciudades de Catal Huyuk y el Imperio de Dédalo.

Éste Manual no aspira a una categoría científica. Lo prudente, incluso a escala planetaria, es limitar el propio ámbito. Nuestro ámbito es la poesía. Pero la poesía (como también la Ciencia) saca lo que puede de todas partes, con el fin de producir un bien mayor. La Ciencia busca la verdad, o al menos lo intenta sinceramente. La poesía busca lo maravilloso, o al menos lo intenta con igual sinceridad. Y quizás hay algo de verdad en lo maravilloso.

Ahora bien, si alguien, abusando de la autoridad científica, la cual, que yo sepa, no tiene por misión desesperar al hombre, me dice: “nada maravilloso puede encontrarse en este mundo”, me negaré obstinadamente a prestarle oídos. Con mis pobres medios, y con toda mi pasión proseguiré mi búsqueda. Y si no encuentro nada maravilloso en esta vida, diré, al despedirme de ella, que mi alma estaba embotada y mi inteligencia ciega, no que no hubiese nada que encontrar.