La alegría - La tierra prometida
(L´Allegria – La terra promessa)
Giuseppe Ungaretti
Ediciones Librería Fausto
Colección Biblioteca Poesía Universal
1974
Edición bilingüe: español / italiano
Traducción de Oreste Frattoni
Diseño de tapa: Oscar Díaz
Tapa blanda, rústica con solapas
195 páginas
Impreso en Buenos Aires (Argentina)
✶ ESTADO: 9/10. Excelente estado
Sello de librería en primera página
✶ SINOPSIS:
Giuseppe Ungaretti nació en Alejandría, Egipto, en el año 1888, de padres toscanos. Perdió a su padre Cuando solo tenía dos años. Su familia pudo salir adelante gracias a los sacrificios de una madre enérgica. Estudió en la Sorbona, y en Paris conoció los movimientos de vanguardia, y. entre otros, a hombres de la talla de Apollinaire, Gide, Palazzeschi (éste lo instó a publicar sus primeros poemas en la revista "Lacerba'"). Fue soldado en el frente del Carso y Champagne hasta 1918. Se estableció en Roma y en 1936 aceptó la cátedra de Lengua y Literatura Italiana en la Universidad de San Pablo. Aquí pierde a su pequeño hijo, Antonietto, de nueve años. Después de la guerra, en 1943, vuelve a Italia, donde se vive un clima terrible de derrota. En la Universidad de Roma enseña Literatura Moderna y Contemporánea. Muere en 1970. El editor Mondadori publica toda su obra, con el significativo título de Vita d´un uomo, dividida en tres partes:
L'Allegria, Sentimento del Tempo, Poesie disperse, / Dolore, La tierra promessa; Un grido e paessaggi / Taccuino del Vecchio.
✶ CONTENIDO:
INDICE
1. La alegría
- Últimas (1914-1915)
- El puerto sepultado (1910-1916)
- Naufragos
- Vagabundo (1917)
- Primeras (1919)
2. La tierra prometida
3. Apéndice: Ungaretti, por Leone Piccioni
✶ EXTRA: Poema incluído en esta edición
Condena
Como la áspera piedra del volcán,
como la piedra pulida del torrente,
como la noche sola y desnuda,
alma como honda y con terrores
¿Por qué no te recoge
la mano firme del Señor?
Este alma
que sabe las vanidades del corazón
y sabe pérfidas sus tentaciones,
y del mundo conoce la medida,
y los planes de nuestra mente
considera minucias,
¿por qué no puede soportar
más que arrebatos terrenos?
Tú no me miras ya, Señor…
Y no busco sino olvido
en la ceguedad de la carne.