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Los galgos, los galgos

Sara Gallardo

Editorial Sudamericana

1973 - 4 edición

Tapa blanda, rústica sin solapas

Con dedicatoria y firma de Sara Gallardo

396 páginas

Arte de tapa: Iris Alba

Impreso en Buenos Aires Argentina

 

✶ ESTADO: 9/10. Muy buen estado

Desgates en tapa, lomo y contratapa. Por dentro en impecable estado

 

IRIS ALBA

 

Fue una destacada diseñadora, ceramista y escultora argentina, reconocida por su papel como Directora de Arte en Editorial Sudamericana durante el Boom Latinoamericano.

Tras completar su formación artística en la efervescente ciudad de Nueva York bajo la tutela del pintor pop Stuart Davis, regresó a Buenos Aires, donde asumió la dirección del departamento gráfico de Sudamericana entre 1960 y 1976.

Su labor coincidió con un proceso de redefinición cultural en el que la editorial buscaba modernizarse y adaptarse a los cambios de la época. Bajo su dirección, Sudamericana emprendió una profunda renovación estética en sintonía con las corrientes de los años sesenta.

El trabajo de Iris Alba se caracterizó por un estilo psicodélico singular, que no solo definió visualmente una época, sino que también aportó una dimensión creativa innovadora a la literatura del Boom Latinoamericano.

 

✶ SINOPSIS:

Al morir su padre, Julián hereda Las Zanjas, paraíso natural que ocupa con desconcierto y alegría. Siempre custodiados por Corsario, el galgo gris, y Chispa, la dorada compañera que eligen para él, Julián y su novia Lisa construyen una casa, plantan árboles, andan a caballo por los bañados y se aman sin saber que el mal que avienta los amores no ronda afuera, sino que anida dentro de uno. A Julián, que según sus propias palabras "nunca ha sabido hacer nada salvo no hacer nada", se le ocurre convertirse en estanciero productivo, y las novedades llegan a Las Zanjas: tres toros insolentes, un tractor y un encargado ambicioso. Las peripecias desencadenadas por el cambio llevan al protagonista de esta historia hasta París, y después de tres años, de regreso a Buenos Aires. Sensible e indolente, Julián se debate en un mundo que parece no tener lugar para él, mientras el tiempo corre, veloz como los galgos amados. Publicada por primera vez en 1968, Los galgos, los galgos ganó el Premio Municipal de Literatura y es considerada una obra mayor dentro de la extraordinaria producción de Sara Gallardo. Escrita en estado de gracia, atravesada por un melancólico sentido de la fatalidad, pero embebida de un humor inteligente y fino, esta es una novela que deja una huella indeleble, profunda admiración y eterna pena.

 

Sara Gallardo (1931-1988)

 

✶ EXTRA: A propósito de la reedición de Los Galgos, Los Galgos de Fiordo Editorial, por Walter Lezcano

 

¿Por qué, cada cierto tiempo, vuelve esta novela a la mesa de novedades de las librerías? ¿Por qué los lectores regresan a Los galgos, los galgos y descubren –o redescubren– el mundo de Sara Gallardo? Porque este texto es un clásico que se impone para modificar la percepción de la realidad mientras dura la inmersión en la lectura. Dice el protagonista, Julián, en la página 53: “Desde el caballo la vida tuvo una nueva dimensión”. Ésta, la tercera novela de la autora de Eisejuaz, crea la sensación de un profundo efecto de lectura: al entrar en Los galgos, los galgos, se ingresa a otra dimensión, para empezar porque el trabajo es con el tiempo.

 

Pero ¿de qué está hecha esa sensación de extrañamiento? El principal material en el que se sostiene la historia es la voz (de una adolescencia tardía vivida en una adultez desvariada, a una derrota aceptada y reconocida) y el tono (abundan el humor y la poesía) de su narrador. Seguirlo a Julián: es desde ahí donde va tomando cuerpo y densidad la historia. Y es un tipo de subjetividad que se va desarrollando (jamás en línea recta porque Gallardo es una escritora moderna y libre) por medio de los diversos cambios que atraviesa una vida dividida, digamos, en cuatro actos en cuyo centro (de atracción y destrucción) hay un campo (Las Zanjas) y un amor (Lisa).

 

En la página 163 el protagonista se encuentra con algo importante: “Tuve una certeza: ya no era un joven heredero de mi padre sino un hombre que depende de sus fuerzas.” Los galgos, los galgos avanza con esa clase de revelaciones: un hombre va comprendiendo una verdad sobre la vida y luego tiene que desmontarla para ir encontrando otra certeza. Y sin embargo, esta no puede decirse que esta sea una novela de iniciación o una ficción que se mueva en un plano pedagógico.

 

En absoluto. Los galgos, los galgos se desplaza en un territorio de exploración, el de los distintos espacios que transita el protagonista (Buenos Aires, el campo, París, entre otros) para ver cuáles son los resquicios por donde armarse de alguna comprensión, aunque sea provisoria. Dice Julián en la página 184: “El silencio de los espacios oprime el corazón.” Y dos páginas más adelante: “Después cambió el mundo para mí. ¿Qué puedo decir de eso?”.

 

La vida cambia y los cuerpos se extinguen, pero los espacios quedan y persisten. Igual que las clases sociales en Argentina. De ahí que el campo (Las Zanjas) sirva para pensar varios ríos de sentido tanto en relación a la novela como a la obra total de Sara Gallardo.

 

Por un lado, el campo porta una simbología de pertenencia (y de tensión) en varias obras de la autora: Enero (1958), Pantalones azules (1963) y Eisejuaz (1971). Con un imaginario que se impregna de toda la historia argentina, el campo para Gallardo es un elemento al que siempre vuelve para pensarlo en contraposición a la ciudad, pero también como tierra de la cual emerge un saber que sus personajes usan para desenvolverse y relacionarse con el mundo. Y además sigue siendo, ante los ojos de la autora, el lugar salvaje e indomable por excelencia.

Por otra parte, el campo de fin de semana o de retiro en nuestro país siempre significó una pertenencia de clase privilegiada. Un recuerdo de la niñez de Gallardo en los 40: su padre, el historiador Guillermo Gallardo, recibe una herencia y se compra un campo totalmente improductivo, pero “único por la belleza de sus bañados”. Todo esto se encuentra como magma adentro de Los galgos, los galgos publicada por primera vez en 1968 y fue la obra que significó el reconocimiento de éxito de ventas y crítica para la autora.

 

En su origen la novela fue un relato corto sobre un perro de la familia que luego amplió. Contó la propia Sara Gallardo: “Los galgos iba a ser un cuento sobre Chispa, una galga amarilla de mi padre. Apenas se lo conté, Héctor Murena dijo que me lanzara a escribir un libro largo. Me pareció raro pero obedecí. Además, como Murena me había dicho que hablaba con mayor personalidad que lo que escribía, procuré explayarme de un modo coloquial, olvidando al principio prolijidades de estilo. Todo el mundo de Los galgos empezó a surgir apenas me concentré en eso.” Lo que se cuenta sobre Las Zanjas en la novela (el campo, la casa, los hombres de campo, los animales, las plantas, los ruidos, los aperos) es el mundo del padre en el campo que tenía en Libres del Sur.

 

Si la unión de sus recuerdos y la presencia ineludible de su pareja, el escritor Héctor Murena, definieron el destino argumental de la novela, hay que pensar que unos años antes de empezar la escritura de Los galgos, los galgos, Sara Gallardo había comenzado a destacarse en el periodismo revolucionario de los 60 (junto a Enrique Raab, Osvaldo Soriano y Tomás Eloy Martínez). Logrando un estilo personalísimo (se recomienda leer Macaneos y Los oficios para comprobarlo), la autora conquistó una libertad que luego trasladó a su novela.

 

El suyo es uno de esos extraños casos en los que el periodismo influyó de manera positiva sobre la ficción. Los galgos, los galgos siguen corriendo y seduciendo a una nueva generación de lectores. Una vez más.

 

Walter Lezcano