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La jornada de un interventor electoral

(La giornata d'uno scrutatore)

Italo Calvino

Brugera

Colección Libro Amigo

1981

Traducción de Francesc Miravitlles

Tapa blanda, rústica sin solapas

152 páginas

Impreso en España

 

✶ ESTADO: 9/10. Excelente estado

 

✶ SINOPSIS:

Aunque publicada en 1963, La Jornada de un escrutador relata una experiencia del propio Calvino quien en las elecciones de 1953, fue candidato “de relleno” del pci y le correspondió visitar distintos colegios electorales, no como escrutador, sino como simple observador. Aunque solo estuvo diez minutos en el colegio ubicado en el Cottolengo de Turín, hospicio para huérfanos, enfermos mentales y personas disminuidas, esa visión le marcó con fuerza y le reveló la parte más ruin y miserable de la naturaleza humana. Frente a la maldad, la infelicidad, la fealdad y el dolor, Calvino reaccionó con negación, quiso ocultar y olvidar el episodio, como lo admite él mismo en el prólogo escrito varios años después de haber publicado la novela, pero la sensación de haber entrevisto el drama lo siguió hasta que finalmente decidió escribir el relato que le llevó diez años, más de lo que ningún otro de sus libros. Al inicio, no lograba hacer con ese tema más que una crónica o reportaje frío y sin valor literario, por lo que dejó de lado la escritura. Los diez minutos pasados en el Cottolengo en 1953 fueron insuficientes para construir su texto sobre la farsa electoral por lo que, refiere Calvino, se alistó como escrutador en las elecciones administrativas de 1961.

La novela tiene una gran carga autobiográfica, para eso Calvino inventa a Amerigo Ormea, su alter ego, que como el autor, está afiliado al Partido Comunista y asiste como representante a vigilar la jornada electoral. En Italia el sufragio era universal, de manera que hospicios e institutos religiosos fueron considerados grandes “reservas de votos” para el Partido Demócrata Cristiano: sucedieron toda suerte de trucos, fraudes, coacciones, para que los “beneficiarios” de la caridad dieran el triunfo a los candidatos democristianos.

El desfile de personajes deformes, locos, enfermos desahuciados, que son “arrastrados” a las urnas por monjas, sacerdotes y burócratas de la salud, hace que la mente de Amerigo estalle en preguntas. Ve aparecer a una Italia velada, a sus hijos secretos, rechazados, marginados de las familias, los cuerpos deformes que representan “el error, el riesgo que corre la materia con que está hecha la especie humana cada vez que se reproduce”. Frente a esos seres desvalidos Amerigo se descubre antidemocrático y llega a pensar que el voto de esos “despojos” no puede, no debe valer lo mismo que el suyo, un hombre entero y consciente. Amerigo deposita su desprecio en los agentes de la religión, que colocan sus privilegios por encima de la caridad y se prestan al drama del horror prometiendo la Gracia Divina a cambio del sufragio.

La búsqueda de la belleza que había impulsado la escritura de Calvino, en este relato se topa con la evidencia de la fealdad y el sufrimiento. La jornada de un escrutador, como señalamos antes, es el libro más atormentado y empeñoso de Italo Calvino, pero es también en el que se muestra que aún en medio del infierno aparece la chispa, el instante de perfección al que debemos aspirar. Esta novela no puede faltar en la biblioteca ideal, en la colección de libros que debemos leer para formarnos como ciudadanos. 

 

Puedo decir que escribir algo tan breve me llevó diez años, más de lo que había empleado en cualquier otro trabajo mío. La primera idea de este relato la tuve precisamente el 7 de julio de 1953. Estuve en el Cottolengo durante las elecciones unos diez minutos. No, no era escrutador; era candidato del Partido Comunista (candidato para completar la lista) y como candidato visitaba los colegios electorales donde los candidatos de la lista pedían la ayuda del partido para los problemas que pudieran surgir. De ese modo, presencié una discusión en una mesa electoral del Cottolengo entre democristianos y comunistas del tipo de la que constituye el centro de mi relato. Y fue entonces cuando se me ocurrió la idea del relato (...). Me puse a escribirlo pero no me salía (...). El resultado fue que quedé completamente incapaz de escribir durante muchos meses... 

 

(Italo Calvino)

 

Italo Calvino y Jorge Luis Borges en Roma (1984)