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Libro de sueños

Jorge Luis Borges

Torres Aguero Editor

1976 - 1 edición

Tapa blanda, rustica sin solapas

152 páginas

Tapa de Oscar Smoje

Impreso en Buenos Aires (Argentina)

 

✶ ESTADO: 9/10. Excelente estado

Sin detalles

 

Los sueños proceden de Zeuz

Durante nueve días arreciaron las flechas del dios. En el décimo, Aquiles convocó al pueblo al ágora. "Atridas! Creo que tendremos que retroceder, yendo otra vez errantes, si escapamos de la muerte; si no, la guerra y la peste acabarán con los aqueos. Pero antes consultemos a un adivino, sacerdote o interprete de sueños, para que nos diga por qué se irritó tanto Febo Apolo; pues también el sueño procede de Zeuz"

La Íliada

 

El sueño mal interpretado

Huayna Cápac sintióse temeroso de la peste. Se encerró, y en su encierro tuvo un sueño en el que tres enanos venían a él y le decían: «Inca, venimos a buscarte.» La peste alcanzó a Huayna Cápac y mandó que el oráculo de Pachacámac interpretase qué cosa debía hacerse para recuperar la salud. El oráculo declaró que lo sacasen al sol, que así sanaría. Salió el Inca al sol, y al punto murió.

Bernabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo.

 

✶ SINOPSIS:

Libro de los sueños fue publicado en Buenos Aires por Torres Agüero Editor en 1976 y años después conoció su famosa edición por parte de Franco Maria Ricci en su La Biblioteca di Babele con el título de Libro di sogni (1985). Está compuesto por un prólogo y ciento trece textos seleccionados, que van del párrafo breve a las varias páginas. La tesis principal del libro es que los sueños son la manera más antigua y compleja de creación de géneros literarios, ya que el ser humano ha soñado desde siempre y ha contado sus sueños a los demás.

 

Borges recopila parte de los ensueños más famosos de la literatura: desde los textos bíblicos a los mitos greco-romanos, desde la filosofía china a las obras de los últimos siglos. Sin embargo, por extraño que parezca, dos de los dramas más famosos que hacen referencia a los sueños, La vida es sueño de Calderón de la Barca y Hamlet de Shakespeare, no están incluidos aquí. Pero lo que se incluye constituye una amplia y variada cita de obras clásicas sobre los sueños y su influencia en las acciones y pensamientos humanos. Libro de sueños no es una obra interpretativa, ni es una obra académica, simplemente es una colección de sueños literarios que Borges encontró interesantes y que obsesionaron al autor durante toda su vida. El análisis y la interpretación de estos famosos sueños se dejan al lector, que quizás encuentre alguno de ellos en sus propias aventuras oníricas.

 

 

✶ EXTRA: Prólogo de Borges a esta edición

 

En un ensayo del Espectador (septiembre de 1712), recogido en este volumen, Joseph Addison ha observado que el alma humana, cuando sueña, desembarazada del cuerpo, es a la vez el teatro, los actores y el auditorio. Podemos agregar que es también el autor de la fábula que está viendo. Hay lugares análogos del Petronio y de don Luis de Góngora.

 

Una lectura literal de la metáfora de Addison podría conducirnos a la tesis, peligrosamente atractiva, de que los sueños constituyen el más antiguo y el no menos complejo de los géneros literarios. Esa curiosa tesis, que nada nos cuesta aprobar para la buena ejecución de este prólogo y para la lectura del texto, podría justificar la composición de una historia general de los sueños y de su influjo sobre las letras. Este misceláneo volumen, compilado para el esparcimiento del curioso lector, ofrecería algunos materiales. Esa historia hipotética exploraría la evolución y ramificación de tan antiguo género, desde los sueños proféticos del Oriente hasta los alegóricos y satíricos de la Edad Media y los puros juegos de Carroll y de Franz Kafka. Separaría, desde luego, los sueños inventados por el sueño y los sueños inventados por la vigilia.

 

Este libro de sueños que los lectores volverán a soñar abarca sueños de la noche —los que yo firmo, por ejemplo—, sueños del día, que son un ejercicio voluntario de nuestra mente, y otros de raigambre perdida: digamos, el Sueño anglosajón de la Cruz.

 

El sexto libro de la Eneida sigue una tradición de la Odisea y declara que son dos las puertas divinas por las que nos llegan los sueños: la de marfil, que es la de los sueños falaces, y la de cuerno, que es la de los sueños proféticos. Dados los materiales elegidos, diríase que el poeta ha sentido de una manera oscura que los sueños que se anticipan al porvenir son menos precisos que los falaces, que son una espontánea invención del hombre que duerme.

 

Hay un tipo de sueño que merece nuestra singular atención. Me refiero a la pesadilla, que lleva en inglés el nombre de nigthmare o yegua de la noche, voz que sugirió a Víctor Hugo la metáfora de cheval noir de la nuit pero que, según los etimólogos, equivale a ficción o fábula de la noche. Alp, su nombre alemán, alude al elfo o íncubo que oprime al soñador y que le impone horrendas imágenes. Ephialtes, que es el término griego, procede de una superstición análoga.

 

Coleridge dejó escrito que las imágenes de la vigilia inspiran sentimientos, en tanto que en el sueño los sentimientos inspiran las imágenes. (¿Qué sentimiento misterioso y complejo le habrá dictado el Kubal Khan, que fue don de un sueño?) Si un tigre entrara en este cuarto, sentiríamos miedo; si sentimos miedo en el sueño, engendramos un tigre. Ésta sería la razón visionaria de nuestra alarma. He dicho un tigre, pero como el miedo precede a la aparición improvisada para entenderlo, podemos proyectar el horror sobre una figura cualquiera, que en la vigilia no es necesariamente horrorosa. Un busto de mármol, un sótano, la otra cara de una moneda, un espejo. No hay una sola forma en el universo que no pueda contaminarse de horror. De ahí, tal vez, el peculiar sabor de la pesadilla, que es muy diversa del espanto y de los espantos que es capaz de infligirnos la realidad. Las naciones germánicas parecen haber sido más sensibles a ese vago acecho del mal que las de linaje latino; recordemos las voces intraducibles eery, weird, uncanny, unheimlich. Cada lengua produce lo que precisa.

 

El arte de la noche ha ido penetrando en el arte del día. La invasión ha durado siglos; el doliente reino de la Comedia no es una pesadilla, salvo quizá en el canto cuarto, de reprimido malestar; es un lugar en el que ocurren hechos atroces. La lección de la noche no ha sido fácil. Los sueños de la Escritura no tienen estilo de sueño; son profecías que manejan de un modo demasiado coherente un mecanismo de metáforas. Los sueños de Quevedo parecen la obra de un hombre que no hubiera soñado nunca, como esa gente cimeriana mencionada por Plinio. Después vendrán los otros. El influjo de la noche y del día será recíproco; Beckford y De Quincey, Henry James y Poe, tienen su raíz en la pesadilla y suelen perturbar nuestras noches. No es improbable que mitologías y religiones tengan un origen análogo. Quiero dejar escrita mi gratitud a Roy Bartholomew, sin cuyo estudioso fervor me hubiera resultado imposible compilar este libro.