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Martin Fierro (ida y vuelta)

José Hernández

Editorial Peuser

1951

Tapa semirigida, con sobrecubierta original

342 páginas

Xilografías de Alberto Nicasio

Impreso en Argentina (Buenos Aires)

 

✶ ESTADO: 9/10. Excelente estado

Pequeña rotura en sobrecubierta (frente)

 

✶ SINOPSIS:

El Martin Fierro tuvo desde su aparición, como es sabido, una extensísima popularidad, mucho antes, pues, de que la crítica literaria escrita le diera cabida entre las gran des obras de nuestra cultura. Lo leyeron, y lo repitieron por pasajes de memoria, generación tras generación, reseros, peones y patrones en el campo tanto como damas y niñas de la aristocracia criolla en las ciudades. Dos datos muy curiosos lo prueban sintomáticamente.

 

Hacia 1894 don Nicolás Avellaneda, leyendo los libros de un almacén por mayor, halló este pintoresco pedido de una pulpería: doce gruesas de fósforos; una barrica de cerveza; doce Vueltas de Martín Fierro; cien cajas de sardinas". Y en la sociedad de las grandes familias porteñas y platenses de hacia el 80, José Hernández era llamado familiarmente Martín Fierro por todo el mundo. José Hernández fue un hombre de gran belleza moral. Contrastaba su estatura y corpulencia casi gigantesca con la ternura y sencillez de sus gestos y palabras, la generosidad de sus actos, la candidez de sus sentimientos. Se cuentan todavía entre sus descendientes muchas anécdotas que lo pintan, como se dice, “buenazo y noblote, incapaz de matar una mosca”. Sin embargo, fue hombre de actividad viril, no sólo en las faenas del campo, donde vivió desde su adolescencia hasta la batalla de Caseros, sino en la política, donde defendió causas como la de Urquiza contra Buenos Aires, la de la federalización de esta ciudad, y preferente y constantemente, la causa de lo criollo, de lo nacional, no contra el progreso, no contra lo extranjero, como muchas veces se pretende, sino contra el desperdicio de sus fuerzas, contra el desplazamiento inconsulto, contra el desdén que lo desechaba como trasto inservible cuando no pernicioso.

 

Él amaba profundamente al gaucho trabajador y ordenado que formaba el personal de las estancias argentinas, pero a quien su condición bravía y su concepto de la vida ponía en conflicto con la civilización ciudadana, creadora pero arrolladora, portadora del progreso, pero cargada de las injusticias y los vicios de las gentes. De este conflicto nació Martin Fierro y fue su bandera.

 

Xilografía de Alberto Nicasio incluída en esta edición

 

✶ EXTRA: Sobre Alberto Nicasio

 

Arribó a la Argentina en la primera década del siglo XX (algunos años más tarde tomó la ciudadanía de este país). Ya radicado en Córdoba, estudió en la Academia Provincial de Bellas Artes, donde tuvo como maestros a Emiliano Gómez Clara, Manuel Cardeñosa y Carlos Camilloni. Hacia 1932 inició sus experiencias con la xilografía, medio que encontró particularme adecuado a sus voluntades expresivas. Ciertos elementos distintivos del paisaje urbano cordobés (la cañada, las barrancas, los puentes, las iglesias coloniales) nutrieron su trabajo durante largo tiempo. En estos grabados es posible observar el proceso de transformación urbana que tuvo lugar entre las décadas ’30 y el ’50 y que en su registro deja traslucir cierta mirada nostálgica o al menos de cierto reparo frente a lo nuevo. El políptico Estampas de Córdoba, que corresponde a este período, recoge en cada una de sus partes (Paisaje de Córdoba, Río Primero, Barrancas, Suburbio) imágenes de los bordes urbanos donde el impacto de estas transformaciones se hizo evidente. Fue justamente con esta producción que Nicasio logró insertarse en el mapa del grabado argentino.

 

Hacia los años ’60 sin embargo, su trabajo tomó un rumbo distinto. Derivó progresivamente hacia una abstracción en la que priorizó el juego libre de los elementos plásticos e incorporó en ocasiones el color. Algunas imágenes de esta época dan cuenta del interés del artista por ciertos ejercicios del automatismo.

 

Nicasio intervino desde 1933 en salones nacionales y en diversos eventos y exposiciones internacionales (Chile, Brasil, Estados Unidos, Uruguay, España, Suiza, Japón y Bélgica). Participó en la IV y V Bienal de San Pablo (1957, 1959) y en la de México (1959). Obtuvo numerosas distinciones en su disciplina: Premio «Laura Barbará de Díaz» (1939), Premio Adquisición (1941) y Gran Premio de Honor (1956), en el Salón Nacional de Bellas Artes;  Invitado de Honor, junto a Víctor Rebuffo en el Salón de Grabado de Rosario (1944); Gran Premio de Honor «Ministerio de Educación», Salón Nacional de Grabado, Dibujo y Miniatura (1951); Premio Universidad Nacional de Córdoba (1951), Primer Premio (1952), Gran Premio de Honor (1963) en el Salón de Artes Plásticas de Córdoba; Premio Prins, otorgado por la Academia Nacional de Bellas Artes (1951); Gran Premio (1957) y Primer Premio, Salón de Mar del Plata (1951); Primer Premio, Salón de Santa Fe (1958); reconocimiento como el valor más representativo de Córdoba en el Certamen Trienal Valores Plásticos del Interior, Buenos Aires, (1970); entre otros.

 

Realizó también una importante labor como ilustrador, dando imágenes a ediciones del Facundo de Sarmiento (1955);  Martín Fierro, de José Hernández (1951); Adonaïs, de P. B. Shelley (1945); Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos (1948); Martín Fierro, de J. Hernández (1945); Niobe, de J. M. Furt;  El salto de Ascohinga, de Lucio V. López (1952). Algunas de sus series de grabados u otras realizadas por encargo fueron editadas como carpetas: «La Cañada» (1944); «Iglesias de Córdoba» (1959); «Capillas coloniales de Córdoba» (1961), «Monumentos coloniales de Córdoba» (1964).

 

Su labor docente fue muy extensa y significativa, especialmente en el terreno de la gráfica. Integró en 1942 el primer núcleo docente de la Escuela Normal Superior Dr. Agustín Garzón Agulla. Dirigió allí durante seis años un taller experimental de grabado por el que pasaron artistas como Pedro Pont Vergés, Tito Miravet, José De Monte y Ronaldo De Juan. Su actividad incluyó también la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba (1950-1964), de la que llegó a ser director (1952 – 1955). En 1972 fue nombrado Académico Delegado en Córdoba de la Academia Nacional de Bellas Artes.

 

Xilografía de Alberto Nicasio incluída en esta edición